Esta
mañana me he encontrado una agradable sorpresa en mi correo electrónico. Ángel,
de Viviralmaximo.net ha enviado a todos sus suscriptores un pequeño regalito.
Se trata de su propia reflexión sobre un puñado de ideas que le han cambiado la
vida. Y lanza un reto a los blogueros que
le siguen. Nos anima a escribir en nuestros blogs, grandes o pequeños, las
ideas que nos han cambiado la vida.
Por
de pronto, diré que yo aún estoy en busca de esa idea fabulosa que me cambie la
vida por completo. Con el pasar del tiempo me voy dando cuenta de que es como
empeñarse en encontrar un unicornio o una sirena: solo se aparecen a las almas
puras. Así que prefiero ajustar mis ambiciones a algo más realista, y de momento,
me conformo con algunas sugerencias, pensamientos o chispas que me hacen más llevadera la existencia.
Advierto
que la lista no es apta para todos los públicos, que no tengo pruebas
científicas para ninguna de las afirmaciones que hago y que no he encontrado argumentos
sólidos con qué sustentarlas. Sin embargo, a mí me han funcionado, y me han
ayudado a entender que la vida es una travesía de largo recorrido. Conocemos el
resultado final, así que lo interesante es centrarse en lo que sucede mientras
tanto.
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Un cambio de vida |
1. Los dragones de la suerte existen
Puede
que sus escamas no sean de color madreperla, ni tengan la voz melodiosa como un
repiquetear de campanas, pero te aseguro que existen. Acuden en tu ayuda cada
vez que tomas una decisión valiente. No son visibles al ojo humano, pero notas
su presencia cuando te socorren. Su piel es suave como alas de mariposa y
transmiten una fuerza arrebatadora.
Me
he encontrado con ellos más de una vez. Cada vez que he tomado una decisión
arriesgada, incluso ante la incomprensión de muchos, me he sentido arropada por
una especie de energía inspiradora que me ha ayudado a seguir adelante. Un
dragón de la suerte es esa sensación interna que tienes de estar haciendo lo
que tienes que hacer, a pesar de las críticas y hasta del enfado de muchas
personas cercanas. Cuando tienes la certeza de que ese y solo ese es tu camino,
te sientes imparable, atrapado por una corriente más poderosa que tú mismo, que
te conduce, casi sin darte cuenta, al lugar en el que quieres estar.
Los
dragones no aparecen inmediatamente; esperan un poco hasta comprobar si tu
determinación es firme. Cuando comprueban que así es, se te acercan y su
compañía ya no te abandona. Los psicólogos modernos lo llaman coherencia,
compromiso, focalización y yo qué sé qué más. Lo que sí sé es que su sustancia
es la suerte, son benéficos y van del lado de los que se atreven con lo
imposible.
Supe
de su existencia a través de uno de mis inmortales favoritos: "La historia
interminable", de Michael Ende. No, no es una fábula para niños. Es una
narración secuenciada del camino de autodescubrimiento de cualquiera de
nosotros. Desde el mismo momento en que sientes que la vida que estás viviendo
no es la que quieres vivir, hasta que consigues poner en marcha todos tus
recursos para convertirla (convertirte) en algo (alguien) diferente. Las
circunstancias pueden ser las mismas, pero solo tú puedes hacerlas jugar a tu
favor.
"La
historia interminable" merece, definitivamente, una entrada aparte, y se la
dedicaré otro día.
2. Pide que el camino sea largo
“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
/pide que el camino sea largo,/ lleno de aventuras, lleno de experiencias (…)”. Y así otros 33 versos para completar el poema de
Cavafis.
Desde
que lo descubrí, me convencí de que la vida y los sueños merecen vivirse con
intensidad, no por lo rico que puedas llegar a hacerte o la fama que puedas
alcanzar, sino por el placer de atreverte a hacerlo. En realidad no importa el
resultado, no se trata de obsesionarse con cumplir tal o cual meta; lo importante
es ponerse en marcha, ser capaz de tomar tus propias decisiones, de asumir tus
riesgos y disfrutar mientras lo haces.
A
veces es difícil encontrar el sentido de la vida. Uno se propone novecientos
treinta y ocho objetivos que cumplir. Recibe clases, lee libros y se plantea
iniciar una empresa, sea esta con ánimo de lucro o no. Si solo te concentras en
el resultado, te perderás lo mejor de la travesía. En el camino conocerás gente
nueva, aprenderás algo de todos ellos, siempre encontrarás una perla que te
inspire. El premio de una vida no se mide en monedas, sino en vivencias.
3. Hay abundancia para todos
La
mayoría de nosotros hemos sido educados en una mentalidad competitiva, como si
tuviéramos que pelear furiosamente por cada migaja. Vivir con ese desasosiego provoca
la creencia de que el mundo es un lugar hostil. Nos hace incluso desear cosas que en realidad no queremos
ni necesitamos, por el simple gusto de mostrárselas o arrebatárselas a otros.
Cuando
vives dentro de ese paradigma, crees que eso
es lo normal. Al fin y al cabo, la propia naturaleza es una lucha feroz por la
supervivencia. Incluso desde un punto de vista evolutivo, si no tuviéramos ese
afán por el medro, no habríamos logrado sobresalir sobre el resto de especies
con las que compartimos el planeta.
Un
clásico de Marvin Harris ("Nuestra especie") de 1990, me hizo reflexionar mucho
sobre este asunto. Los seres humanos tenemos costumbres diferentes, creencias
distintas, tabúes ininteligibles. Harris explica cómo esos diferentes sistemas
de creencias se sustentan sobre la escasez de los recursos naturales y la
necesidad de preservarlos.
Sin
embargo, el ser humano, a lo largo de su evolución, ha desarrollado otros
sistemas que se han mostrado igual de eficaces, o incluso más, para su
supervivencia. Se trata de sistemas cooperativos, de ayuda mutua, de compartir
los recursos, de prestar apoyo.
Antropólogos
y psicólogos han investigado cómo se traducen esos conocimientos en algo útil
para la sociedad de hoy. Elliot Aronson, en "El
animal social" (la octava edición en castellano es del 2005), hizo una recopilación
magistral de cientos de experimentos de psicología social que ayudan a entender
cómo nos relacionamos las personas unas con otras. De sus ideas (el original es
de 1975) proceden la mayoría de los manuales de divulgación que hoy en día
existen sobre el llamado neuromarketing, comunicación de masas, creación de equipos de trabajo, técnicas de
venta y persuasión.
Sin
embargo, la idea de la mentalidad de abundancia no se encuentra como tal en ninguno
de estos dos investigadores, y más frecuentemente se le suele atribuir a S.
Covey, aunque son muchos los autores que la han desarrollado, sobre todo en la
última década.
A
mí la idea me llegó de una manera gráfica, se la oí decir a un psicólogo que la
aplicaba en su día a día en la gestión de colaboradores. Y puedo decir que me
cambió la vida, porque desde ese momento dejé de pensar en los recursos como un
bien escaso. Comprendí que la mentalidad de acaparar (lo que sea, dinero,
conocimiento, pisos o abrigos de visón) provocaba efectivamente escasez y
malentendidos entre las personas. El paradigma de la abundancia, en cambio,
permite que los bienes fluyan libremente, de manera que cada uno pueda aportar
su porción de valor. El conocimiento empaquetado en bibliotecas o museos pierde
gran parte de su valor. En cambio, cuando se permite un acceso libre, genera
más conocimiento y más avances. Lo mismo pasa con el dinero e incluso con los
sentimientos individuales que podemos albergar hacia las personas que nos
rodean. Definitivamente, el mundo sería un lugar mejor si en lugar de
concentrar nuestros sentimientos de amor o fraternidad sobre un puñado de
personas, fuéramos capaces de extenderlos hacia todos los seres humanos.
La
abundancia es, en gran medida, una creación mental. Los valores humanos más
importantes (creatividad, generosidad, inspiración, solidaridad) son infinitos.
4. La buena vida: haz lo que quieras
Una
vieja película de Frank Capra (“Vive como quieras”, 1938) me hizo entender que
las personas no convencionales son las que marcan la diferencia. Que
precisamente quienes se atreven a romper los tópicos o las normas sirven de
inspiración a la generación siguiente.
Pero
no es de Capra de quien he extraído la frase, sino de Fernando Savater. En
“Ética para Amador” explica que la buena vida te permite hacer lo que quieras.
La sorpresa está en lo que significa la buena vida y lo que quiere decir hacer
lo que se quiere.
En
resumen, la buena vida consiste en aprovecharla en todas sus facetas; en valorar
el cuerpo y la mente como dos herramientas valiosísimas para conquistar la
realidad. Hacer lo que uno quiere tiene que ver con el ejercicio de la
voluntad, con la capacidad de crear, de tener iniciativa, de hacer real aquello
que uno sea capaz de imaginar.
Así,
darse la buena vida es ser capaz de crear y vivir la vida que uno ha soñado.
Creer en un sueño es el principio de la materialización.
5. Menos es más: simplicidad
En
los años (ya son unos cuantos) de mi vida, he pasado por épocas muy extravagantes
y por otras muy simples. Recuerdo especialmente cuando estaba en la treintena.
Mi vida era bastante complicada. Pensaba que no tendría tiempo para hacer todas
las cosas que quería hacer. Así que trabajaba, investigaba, me apuntaba a
clases de baile, de yoga, de pintura y de declamación poética; asistía a
fiestas, me encantaba disfrazarme, y los fines de semana salía de excursión o
practicaba rappel.
Fueron
unos años muy intensos, de hermosas vivencias y en los que hice grandes amigos.
Algunos los perdí, otros los he ido recuperando después. Ese estilo de vida me
obligaba a unos horarios muy extraños, y aunque en mi casa guardaba siempre un
orden impecable, lo cierto es que cualquier pequeño contratiempo podía
convertirse en una tragedia. Por ejemplo, que se me estropeara el coche era de
las peores cosas que podía imaginar, pues significaba un descalabro completo de
mi agenda. Era una época loca, en que compraba muchas cosas que apenas usaba.
No podía concentrarme en ninguna actividad en profundidad. Siempre me quejaba
de la falta de tiempo, de no disponer de suficiente dinero para sustentar la
vida que quería llevar, de trabajar demasiadas horas y dormir muy pocas.
Muchas
de las ideas que fui poniendo en práctica para cambiar ese estilo de vida las
encontré después recogidas en “Simplifica tu vida”, de Elaine Saint James. La
autora da pautas muy concretas para hacer tu vida más asequible, y sobre todo,
mucho más confortable. En el 2000 publicó una versión ampliada para padres:
“Simplifica tu vida con los niños”, que también he utilizado mucho después.
(Me escondo en los paréntesis para decir que si hay una idea que realmente me
haya cambiado la vida, ha sido la de tener un hijo…)
Epílogo. Nadie puede hacerlo por ti
Este
verso suelto de W. Whiltman es el pensamiento más valioso de cuantos van
poblando mi existencia: la vida, tu vida, hagas lo que hagas con ella, es cosa
tuya: nadie la puede vivir por ti.
....
No
dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
(...)
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
(W. Whilman)